“EL CÓDIGO DA VINUM”. RENACIMIENTO Y SIGLO DE ORO.
Sería relativamente fácil buscar misterios en las elecciones de los vinos de los Papas del Renacimiento, en la alusión al vino Fondillón de Alicante, hecha por unos Príncipes del Japón en su visita a Felipe II, en la figura de un abad que se dedica a mejorar los vinos en una cueva, o en el aliento de espadachines de taberna como el Capitán Alatriste, que ha parido Pérez-Reverte y que pronto se pondrá más de moda por su paso a la gran pantalla. Los siglos XV, XVI y XVII aportan a la cultura, ciencia y concepción del hombre grandes planteamientos, y no todo es Da Vinci, aunque Leonardo sea el hombre del Renacimiento por excelencia, debido a su inmensa curiosidad en diversos campos. Por eso me permito modificar el titulo de la novela de arrollador, y para mi incomprensible, éxito, y dotarlo de un final de acuerdo a nuestro líquido protagonista, pues son muchos los datos que surgen desde la literatura, la historia y la ciencia en torno al vino durante estos siglos. Los Papas seleccionan vinos para su uso, elogiando el chianti de Montepulciano en Toscana como la más perfecta representación de lo que debe ser un vino, también al producido en Montefalco, Umbria, con la uva Sagrantino, bastante dulce, cultivada por los monjes de la zona para usos religiosos. Desde España el vino Fondillón elaborado con uva Monastrell extiende su fama por el mundo, a través de las bodegas de los barcos de Magallanes y Elcano en sus travesías y se dice que fue el último remedio recomendado por sus médicos al Rey Sol, Luis XIV de Francia. Los vinos de Jerez y Canarias son apreciados en Inglaterra, pasando los primeros a formar parte significativa de la personalidad de los británicos. Por otra parte la ciencia enológica se estructura, realizándose, sobre todo en los monasterios, tratados y normas de viticultura y enología, incluyendo poda para controlar la producción, salud e higiene del fruto, transporte adecuado, uso correcto de las prensas etc. Muchos de estos avances adjudicados al Abad Dom Perignon, figura mítica que mezcla leyenda y realidad, pues nuestros vecinos franceses han sabido explotar mejor que nosotros la historia y la fábula, para beneficio de sus caldos. La literatura nos aporta referencias que demuestran lo extendido que esta el consumo del vino en todas las capas sociales. Gil Vicente, padre del teatro portugués, en su poema tragicómico “Lamento de Maria la Parda” pone a su protagonista a recorrer las calles de Lisboa buscando vino, alabando tabernas y apagando su “saudade”. Aquí, nuestro Lazarillo llega a decir “yo como estaba hecho al vino, moría por el” y Lope de Vega con su obra “El Galán de La Membrilla” da denominación de Origen diferenciada al vino de Membrilla, distinguiéndolo del resto, conocidos genéricamente como vinos de Ciudad Real. Todos ellos, junto con los de La Mancha toledana abastecen estos siglos a los madrileños de toda condición llegando transportados en pellejos por arrieros de nuestras tierras manchegas.
2006 - Luís Menchén
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